quarta-feira, 22 de junho de 2011

ARIEL, CALIBÁN Y ESHU

JOSÉ ENDOENÇA MARTINS

Hablo de las figuras de Ariel y Calibán, personajes de La Tempestad del Ingles Shakespeare (2000). Hablo también de Exu, una deidad afro-brasileña. La explicación que tengo para el uso de Ariel y Calibán como sujetos interculturales, la asocio a las maneras diferentes que los dos personajes encuentran para interactuar con Prospero, el europeo que se apodera de su isla y los transforma en sus esclavos.

ARIEL

Ariel, por su parte, se somete al poder del dueño porque espera obtener su libertad más adelante. Su obediencia a Prospero es visible en sus palabras:

Ariel: ¡Salve por siempre, gran dueño! ¡Salve, gran señor! Vengo a ponerme a las órdenes de tu mejor deseo. Perforar los aires, nadar, sumergirse en el fuego, cabalgar sobre la rizadas nubes, a tu servicio estoy. Dispone de Ariel y de todo su influjo (SHAKESPEARE, 2000: p. 40).

Y cuando Prospero le pregunta si habría hecho todo para que el navío de su rival se destruyera y todos se lanzaran al mar, la respuesta de Ariel es pronta, la respuesta del esclavo que sirve a su dueño en la plenitud de sus fuerzas y en la complejidad de su obediencia. Ariel entonces relata al otro la tarea hecha:

Ariel: Punto por Punto. He abordado el navío del rey. Tanto en la proa, como en el centro; sobre cubierta, en cada camarote, mis llamas han hecho maravillas. A veces me dividía y quemaba en muchos sitios; en la extremidad del mastelero, en las vergas, arrojaba llamas diferentes, que luego se encontraban y se reunían. Los relámpagos de Júpiter, precursores de los estampidos del trueno, no se sucedían más momentáneos ni deslumbrantes. Los fuegos y estallidos de las detonaciones sulfúreas parecían sitiar al poderoso Neptuno y herir de espanto a las audaces olas. ¡Hasta su terrorífico tridente tembló! (SHAKESPEARE, 2000: p. 40).

El reconocimiento de Próspero, considerando que el trabajo bien hecho de Ariel, es de alegría. “¡Mi valeroso genio!” le dice el dueño al esclavo y, después, repite: “¡Bien, muy bien, genio mío!“ (SHAKESPEARE, 2000: p. 41). Ariel hace con que Prospero jamás se olvide de lo qué le había prometido, su libertad como pago por las tareas realizadas. Al fin de la historia, Prospero le dice a Ariel: “Mi Ariel, mi polluelo, éste es tu servicio. Inmediatamente recobra en los elementos tu libertad, y adiós” (SHAKESPEARE, 2000: p. 154).
Mientras la sumisión de Ariel a Próspero se da a costas de su libertad futura, cuando habrá cumplido todas las tareas que su dueño le imponga, la relación que Calibán tiene con el italiano se hace en medio al conflicto. Los dos pelean, aunque el poder de Prospero sobre el nativo sea extraordinario. Si Calibán hace las tareas que Prospero le da es porque no encuentra alternativa: aún no sabe como actuar para derrotar al adversario blanco. Pero siempre que puede resiste. Y cuando encuentra alguna amistad fuera del poder de Prospero la utiliza a favor de su rebeldía.
Prospero conoce la resistencia de Calibán y hace lo que puede para debilitar su sueño rebelde. Y también se vale de la obediencia de Ariel para ejercer control sobre las actividades de insumisión de Calibán y sus amigos. Y le ordena a Ariel: “debemos prepararnos para hacer frente a Calibán” (SHAKESPEARE, 2000:p.127). Y el espíritu le cuenta lo que ha hecho. “Tanto encanté sus oídos que, a modo de becerros, han seguido mis bramidos a través de las ásperas retamas, los puntiagudos arbustos y espinos, que penetraban en sus pieles débiles.” A su vez, Prospero reacciona con elogios al fiel esclavo: “Bien hecho, pájaro mío” (SHAKESPEARE, 2000:p.128).
Además de la participación de Ariel en el conflicto de los dos, las peleas frontales entre Próspero y Caliban las pueden explicar las hablas que siguen. Prospero le dice a Calibán: “pero, aunque aprendieses, la bajeza de tu origen impediría tratarte con las naturalezas puras. ¡Por eso has sido justamente confinado en esta roca, aun mereciendo más que una prisión!” Y Calibán le responde al adversario, con energía, devolviéndole el insulto al europeo invasor de su isla. “Me enseñaste a hablar, y el provecho que me ha reportado es saber cómo maldecir. ¡Que caiga sobre ti la roja peste, por haberme inculcado tu lenguaje!” (SHAKESPEARE, 2000:p.50). La resistencia de Calibán al comando de Próspero es incansable, llegando al punto de desenvolver una coligación con dos europeos, Trínculo y Esteban. Y les hace a los dos severas acusaciones contra Próspero. “Como te decía antes, estoy sometido a un tirano, a un hechicero, que por su ciencia me ha despojado de esta isla (…) Decía que, gracias a su magia, se ha apoderado de esta isla, despojándome de ella” (SHAKESPEARE, 2000:p. 102), les cuenta Calibán. Calibán también expresa el deseo de violar a Miranda, la hija de Prospero y, con ella, quiere poblar la isla de Calibanes. Pero su más fuerte discurso contra Prospero es el que sigue:

Esta isla me pertenece por Sycorax, mi madre, y tú me la has robado. Cuando viniste por primera vez, me halagaste, me corrompiste. Me dabas agua con bayas; me enseñaste el nombre de la gran luz y el de la pequeña, que ilumina el día y la noche. Y entonces te amé y te hice conocer todas las propiedades de la isla, los frescos manantiales, las cisternas salinas, los parajes desolados y los terrenos fértiles. ¡Maldito sea por haber obrado así! … ¡Qué todos los hechizos de Sycorax, sapos, escarabajos y murciélagos caigan sobre ti! ¡Porque soy el único súbdito que tienes, que fui rey propio! ¡Y me has desterrado aquí, en esta roca desierta, mientras me despojas del resto de la isla! (SHAKESPEARE, 2000:p. 48-49)

El problema que veo en Ariel y Calibán como modelos de relaciones interculturales es que sus posibilidades son limitadas. Por ejemplo, como metáfora Ariel sugiere la aceptación de la cultura del otro, a través de la asimilación. Sus comportamientos en relación a Prospero lo muestran. También como metáfora, Calibán se recusa a compartir la cultura del otro, como vemos en el texto de Shakespeare. Aunque sean necesarias y relevantes en ciertos aspectos, las metáforas de Ariel y Calibán son limitadas para la construcción de interculturalidades más efectivas. Entonces, quien podrá representar la metáfora que venza las limitaciones de las dos? La respuesta es Exu.

ARIEL DE RODÓ

En el aspecto más visible de Ariel – la aceptación de la cultura del otro – en el que yo veo sus limitaciones, el Uruguayo José Enrique Rodó cree encontrar su fuerza y poder culturales. En el primer año del siglo veinte, Rodó (2004) escribe su ensayo Ariel, con la intensión de desarrollar una identidad cultural de América Latina. El intelectual uruguayo piensa que esta identidad debe basarse en las ideas y toma a Europa como su modelo. En seis capítulos, le enseña a la juventud de América Latina cuales son las ventajas del desarrollo de una identidad cultural que sea semejante a la de los griegos y de los romanos.
En el libro de Rodó, Próspero es el profesor que, en el último día en el colegio, antes de que sus alumnos salgan de vacaciones, los reúne en una sala para su duradera lección. Él empieza así:

Invoco a Ariel como mi numen. Quisiera ahora para mi palabra la más suave y persuasiva unción que ella haya tenido jamás. Pienso que hablar a la juventud sobre los nobles y elevados motivos, cualesquiera que sean, es un género de oratoria sagrada. Pienso también que el espíritu de la juventud es un terreno generoso donde la simiente de una palabra oportuna suele rendir, en corto tiempo, los frutos de una inmortal vegetación (RODÓ, 2004: p. 141).
Después de la invocación a Ariel y a la buena voluntad de la juventud que oye al maestro, Rodó dedica todo el primer capítulo a que Prospero les seduzca con el proyecto cultural que tiene para América Latina. Él les dice a sus alumnos que la juventud no solo significa luz, amor, y energía, sino también representa “el proceso evolutivo de las sociedades” (RODÓ, 2004:p. 144). Y, entonces, invoca a Grecia como el mejor ejemplo de la preocupación que una civilización pueda tener con su juventud. Prospero dice que

Cuando Grecia nació, los dioses le regalaron el secreto de la juventud inextinguible. Grecia es el alma joven (…) Grecia hizo grandes cosa porque tuvo, de la juventud, la alegría, que es el ambiente de la acción, y el entusiasmo, que es la palanca omnipotente (RODÓ, 2004: p.144).

Prospero, entonces, cierra su primer capitulo con la idea de que América Latina necesita su juventud porque sólo los jóvenes saben como van a “incorporar las fuerzas vivas del pasado a la obra del futuro” para que las naciones salgan “del doloroso aislamiento en que viven los pueblos que la componen” (RODÓ, 2004: p. 152).
En el segundo capítulo del libro de Rodó (2004), la palabra segura de Próspero está volcada hacia la pregunta sobre lo que el hombre deber hacer de él mismo. La respuesta es que debe tornarse “un ejemplar no mutilado de la humanidad, en el que ninguna noble facultad del espíritu quede obliterada y ningún alto interés de todos pierda su virtud comunicativa” (RODÓ, 2004: p. 153), les dice el profesor a sus alumnos. Y el maestro les enseña que sólo el desarrollo de “la plenitud de vuestro ser” puede subordinar el “fin utilitario” de la vida a la fuerza del intelecto. Entonces Próspero les trae como modelo de esta constante búsqueda humana por el ser pleno a la ciudad de Atenas que

Fundó su concepción de la vida en el concierto de todas las facultades humanas, en la libre y acordada expansión de todas las energías capaces de contribuir a la gloria y al poder de los hombres. Atenas supo engrandecer a la vez el sentido de lo ideal y el de lo real, la razón y el instinto, las fuerzas del espíritu y las del cuerpo (RODÓ, 2004: p. 156).

Estas cualidades presentes en la vida de los atenienses son las que Próspero quiere que sus discípulos tengan como lumines de sus vidas y de las vidas de aquellos que van a sustituirles. Próspero cierra el capitulo con una exhortación a que los jóvenes hagan suya “la vida de que son parte la meditación desinteresada, la contemplación ideal” (RODÓ, 2004: p. 162).
En el tercer capítulo Prospero introduce la búsqueda por lo bello. En la prelación del profesor “la meditación desinteresada” y “la contemplación ideal” deben “disponer el alma para la clara visión de la belleza” (RODÓ, 2004: p. 164). Y otra vez, él utiliza la cultura griega para darle cualidad a su palabra de convencimiento. Él enseña que “la perfección de la moralidad humana consistiría en infiltrar el espíritu de la caridad en los moldes de la elegancia griega” (RODÓ, 2004: p.168). La relación entre moralidad y belleza se hace clara en las palabras de Próspero. Y también pone lado a lado al individuo y al grupo en sus deseos de moralidad, belleza y racionalidad. Próspero explica que:

En el carácter de los pueblos, los dones derivados de un gusto fino, el dominio de las formas graciosas, la delicada aptitud de interesar, la virtud de hacer amables las ideas, se identifican, además, con el “genio de la propaganda” – es decir, con el don poderoso de la universalidad (RODÓ, 2004: p. 171).

Los peligros que representan al desarrollo de los más altos valores de la racionalidad y de la belleza helénicas que, en el discurso de Prospero vienen dibujados en la figura de Ariel, se materializan en Calibán, la imagen del utilitarismo. En este caso, el país del utilitario Calibán es los Estados Unidos, donde Próspero, el helenista y europeo hombre de las ideas, ve un “cierto falsísimo y vulgarizado concepto de la educación” se niega a soplar en su juventud “todo elemento desinteresado e ideal” (RODÓ, 2004: p. 154).
En el cuarto capítulo de la conferencia, Próspero les dice a sus pupilos como los Estados Unidos representan la concepción utilitaria. El asocia la vitalidad del utilitarismo al tipo de democracia que hay en aquel país. Él explica que

Cuando la democracia no enaltece su espíritu por la influencia de una fuerte preocupación ideal que comparta su imperio con la preocupación de los intereses materiales, ella conduce fatalmente a la privanza de la mediocridad y carece, más que ningún otro régimen, de eficaces barreras con las cuales asegurar dentro de un ambiente adecuado la inviolabilidad de la alta cultura (RODÓ, 2004: p. 178).

Bajo este aspecto, el profesor Próspero ve en la democracia de los Estados Unidos un gran peligro para la vida cultural e intelectual de los pueblos. Así piensa que “la civilización de un pueblo” no se va a encontrar en su prosperidad material, sino en su sentir y pensar superior.
Contra la democracia que se sostiene en el utilitarismo y en la medianía – la que él ve en Estados Unidos – Próspero sugiere que hay que establecer relaciones de prioridades entre “subordinaciones necesarias” y “superioridades verdaderas.” Así comprendida, la democracia se transforma en “el más eficaz instrumento de selección espiritual, es el ambiente providencial de la cultura” (RODÓ, 2004: p. 189). A Estados Unidos les falta todo eso, volcados que están hacia su visión utilitaria de la vida.
Próspero concluye su quinto capítulo con la esperanza de un cambio en la experiencia de vida que los Estados Unidos proponen a los pueblos. Para que sean un modelo de identidad nacional para América Latina, el país norteamericano necesita compartir su utilidad con la idealidad europea. El conferencista concluye:

Esperemos que el espíritu de aquel titánico organismo social, que ha sido hasta hoy voluntad y utilidad solamente, sea también algún día inteligencia, sentimiento, idealidad. Esperemos que, de la enorme fragua, surgirá, en último resultado, el ejemplar humano, generoso, armónico, selecto (RODÓ, 2004: p.218).

Estas palabras que Rodó pone en la boca de su Próspero no esconden el respeto que el intelectual uruguayo tiene por aquel país, aunque no lo ame.
Próspero cierra su conferencia con su aprecio hacia la figura de Ariel. El profesor lo ve como “la razón y el sentimiento superior”. Su sexto capitulo también trae la esperanza que tiene en el futuro de América Latina. La ve en ciudades “cuya grandeza material y cuya suma de civilización aparente las acercan con acelerado paso a participar del primer rango en el mundo” (RODÓ, 2004: p. 222). Y tampoco deja de reflejarse su aprecio hacia los jóvenes. Cree que la juventud de América Latina debe espejarse en Ariel porque su responsabilidad en los destinos de sus pueblos es grande.

A la juventud que se levanta, sangre y músculo y nervio del porvenir. Quiero considerarla personificada en vosotros. Os hablo ahora figurándome que sois los destinados a guiar a los demás en los combates por la causa del espíritu. La perseverancia de vuestro esfuerzo debe identificarse en vuestra intimidad con la certeza del triunfo (RODÓ, 2004: p. 222).

CALIBÁN

Como metáfora de una experiencia intercultural Calibán se opone a Ariel. Esta oposición entre las dos metáforas queda clara en la versión que Aimé Césaire presenta de la tempestad de Shakespeare. El Calibán de Césaire se opone al tipo de relación que Ariel mantiene con Próspero, diciéndole que “a quoi crois-tu donc ? A la lâcheté ? A la démission? A la génuflexion ? C’est ça ! On te frappe sur la joue droite, tu tends la joue gauche. On te botte la fesse gauche, tu tends la fesse droite : comme ça, pas de jalou. Eh bien, très peu pour Caliban ! (CÉSAIRE, 1969: p. 37). En la tempestad de Shakespeare, Ariel está al lado de Prospero y el mágico lo usa para dominar la isla. Por obediencia a Próspero, y por medio de su capacidad de transformarse en espíritu, viento, ninfa y arpía, Ariel le cuenta a su señor todo lo que Calibán hace, especialmente la revuelta contra Prospero que Calibán organiza con la ayuda de Tríncalo y Esteban.
Las relaciones entre Calibán y Prospero son conflictivas. El diálogo que mantienen muestra como las vidas de los en la isla se encuentran en lados opuestos. Cuando el europeo acusa a Caliban de desobediencia, este reacciona con un discurso del dueño de la isla que el otro le robó a él: “esta isla me pertenece por Sycorax, mi madre, y tú me la has robado”. Él intenta violar a Miranda, la hija de Próspero, con la intención de poblar “la isla de Calibanes.” Y aún maldice al europeo, deseando “qué caiga sobre ti la roja peste,” o “¡qué todos los hechizos de Sycorax, sapos, escarabajos y murciélagos caigan sobre ti!. Cierra su discurso de rebeldía con el orgullo de un rey que no acepta que le hayan robado su reinado. “¡Porque soy el único súbdito que tienes, que fui rey propio! ¡Y me has desterrado aquí, en esta roca desierta, mientras me despojas del resto de la isla” (SHAKESPEARE, 2000: P. 49-50), acusa Calibán a Próspero. A la revuelta de Calibán, Prospero responde con la fuerza de su poder despótico al que no admite ninguna oposición. “Si realizas de mala gana mis mandatos, te torturaré con los consabidos calambres, te llenaré los huesos de dolores y te haré lanzar tales gemidos que temblarán las bestias” (SHAKESPEARE, 2000: p.50), le dice Próspero a Calibán.
Delante del poder de Próspero, Calibán desarrolla un acuerdo con dos europeos – Trínculo e Esteban – en el intento de sacarle la isla a su verdugo. Calibán les dice a los dos lo que deben hacer para sacar a Prospero de su camino:

Pues como te decía, acostumbra dormir la siesta. Por lo cual te será posible romperle el cerebro, tras apoderarte primero de sus libros o, con un bastón hendirle el cráneo, o cortarle la traquearteria con un cuchillo. Acuérdate sobre todo de sacarle los libros porque sin ellos no es sino un tonto como yo, ni tiene genio alguno que le sirva (SHAKESPEARE, 2000: p. 104).

En la tempestad de Césaire (1969) la posible destrucción de Próspero por Calibán es aún más dramática porque también incluye la eliminación de la isla. Él le dice a Ariel:

Le jour où j’aurai le sentiment que tout est perdu, laisse-moi voler quelques barils de ta poudre infernale, et cette île, mon bien, mon oeuvre, du haut de l’empyrée où tu aimes planer, tu la verras sauter dans les airs, avec, je l’espère, Prospero et moi dans les débris. J’espère que tu goûteras le feu d’artifice : ce sera signé Caliban (CÉSAIRE, 1969 : p. 38).

CALIBÁN DE RETAMAR

La oposición entre Caliban y Ariel que se percibe en las tempestades de Shakespeare y Césaire también está presente en el ensayo Calibán, de Retamar (2003). El escritor cubano deja bien clara su manera de separar a uno del otro. “Nuestro símbolo no es Ariel, como pensó Rodó, sino Calibán” (RETAMAR, 2003, p. 42), él escribe. Mientras Rodó piensa que la mejor metáfora para América Latina es Ariel por su búsqueda por la cultura de Europa, Retamar trae la figura de Caliban porque él sugiere la fuerza de la cultura nativa, local, interna, generada en el propio seno de América Latina, no en los de afuera. El cubano explica que

Esto es algo que vemos con particular nitidez los mestizos que habitamos estas mismas islas donde vivió Calibán: Próspero invadió las islas, mató a nuestros ancestros, esclavizó a Calibán y le enseño su idioma para entenderse con él: ¿Qué otra cosa puede hacer Caliban sino utilizar ese mismo idioma para maldecir, para desear que caiga sobre él la “roja plaga”? No conozco otra metáfora más acertada de nuestra situación cultural, de nuestra realidad (…) ¿Qué es nuestra historia, qué es nuestra cultura, sino la historia, sino la cultura de Calibán? (RETAMAR, 2003: p. 42-43).

A pesar de las diferentes posiciones que mantienen en relación al más apropiado símbolo cultural para América Latina, Retamar y Rodó se asemejan en el rechazo que sienten hacia Estados Unidos. Retamar acepta la idea de que Rodó “supo señalar con claridad al enemigo mayor que nuestra cultura tenía en su tiempo – y en el nuestro –, y ello es enormemente más importante,” o sea, “la esencial postura de Rodó contra la penetración norteamericana” (RETAMAR, 2003: p. 43/45).
Para Retamar (2003) asumir a Calibán como el símbolo de nuestra latino-americanidad no es una lucha contra el Ariel que existe en nosotros, sino una postura rebelde contra el verdadero enemigo: Próspero. Retamar explica que

No hay verdadera polaridad Ariel-Caliban: ambos son siervos en manos de Próspero , el hechicero extranjero. Solo que Caliban es el rudo e inconquistable dueño de la isla, mientras Ariel, criatura aérea, aunque hijo también de la isla, es en ella, como vieron Ponce y Césaire, el intelectual (RETAMAR, 2003: p. 48).

Así, se vuelve más bien definida la oposición entre Ariel y Calibán en el ensayo de Retamar. No se trata de una separación que no se pueda cruzar, las dos se complementan. Rodó y Retamar quieren lo mejor para América Latina. El uruguayo desea ver desarrollada en el continente una identidad como la de Ariel, aquel que busca en Europa – en su cultura, civilización, e ideales de belleza y racionalidad – su modelo. Para el cubano el continente ya tiene una matriz cultural propia y una identidad nativa y, por eso, no necesita de modelos externos.
Retamar, entonces, empieza a desarrollar la metáfora Calibán. El examina un grupo de pensadores de América Latina – sus Calibanes más significativos - que hablan de esta identidad latinoamericana y la representan con los ejemplos de sus vidas y acciones políticas. En el siglo 19 el mejor representante de este pensamiento es Martí, por su identificación con el indio y el negro. “El acercamiento de Martí al indio existe también con respecto al negro, naturalmente”, dos de los grupos étnicos que, en el continente, tienen problemas e historias comunes. Para Retamar, su visión mestiza y canibalesca “abarca a las comunidades que con problemas comunes viven ‘del [río] Bravo a la Patagonia’, y que se distinguen de ‘la América Europea’” (RETAMAR, 2003: p. 55/56). Retamar ve en la preocupación de Martí con el indio y el negro, la separación ‘del hombre natural’ de “los letrados exóticos”. O sea, de Calibán a Ariel. La frase de Martí que resume su visión es bien recibida por Retamar, porque sobrepone la cultura nativa a la cultura importada: “Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra” (MARTÍ: IN: RETAMAR, 2003: p. 57).
Retamar sigue más allá con las ideas de Martí sobre cual cultura es preferible en América Latina: si aquella de Próspero o si aquella de Caliban, si esa Grecia que no es nuestra o si nuestra Grecia. El cubano escribe que Martí ha elegido al nativo, diciendo que “con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores” (MARTÍ, in: RETAMAR, 2003: p. 57). Al oponer las dos culturas, las dos Grecias, Martí opone también a la civilización la “barbarie”. Para Retamar se trata de una oposición entre Calibán y Ariel, y él se queda con el monstruo.
Además de Martí, Retamar toma al joven Borges de la primera hora como un Calibán. En 1926, Borges expresó su alianza a la “barbarie” de los calibanes locales, diciendo que “a los hombres que en esta tierra se sienten vivir y morir, no a los que creen que el sol y la luna están en Europa” (BORGES: IN; RETAMAR, 2003, p. 66). Pero, el argentino ha olvidado aquella actitud y, más tarde, abraza una postura totalmente opuesta y forja una alianza con la otra Grecia y Ariel, cuando en 1955 escribe “creo que nuestra tradición es Europa” (BORGES, IN; RETAMAR, 2003: p. 67).
Retamar insiste en que, a pesar de Sarmiento, Borges, Fuentes y otros que se alían a la Grecia europea, la cultura nativa de nuestra América Latina sigue haciéndose. Él explica que

Esa cultura, como toda cultura viva, y más en sus albores, está en marcha; esa cultura tiene desde luego, rasgos propios, aunque haya nacido – al igual que toda cultura, y esta vez de modo especialmente planetario – de una síntesis, y no se limita de ninguna manera a repetir los rasgos de los elementos que la compusieron (RETAMAR, 2003: P. 83).

Según Retamar esta visión de la cultura en América Latina encuentra otros aliados, como Prestes en Brasil, Cárdenas en México, Perón en Argentina, Castro en Cuba, Che en Bolivia, y Allende en Chile. Delante de estos héroes revolucionarios, Retamar concluye que “nuestra cultura es – y sólo puede ser – hija de la revolución, de nuestro multisecular rechazo a todos los colonialismos” (RETAMAR, 2003: p. 85).
La construcción da la cultura revolucionaria no es sólo trabajo de las clases inferiores de nuestro continente sino también de los intelectuales revolucionarios. Los dos – el trabajador y el intelectual – están en el centro de la actividad cultural que quiere dar al continente un rostro de civilización mezclada. Es lo que les pide el Che a los profesores cubanos en uno de sus discursos a los intelectuales, diciéndoles: “hay que pintarse de negro, de mulato, de obrero y de campesino; hay que bajar al pueblo, hay que vibrar con el pueblo, es decir, las necesidades todas de Cuba entera,” (CHE, In: RETAMAR, 2003: p. 97). Delante de las palabras del Che, la palabra de Retamar es la de que Ariel abandone su amor hacia el europeo, rechace su cultura de esa Grecia que no es nuestra y se junte a Calibán y la propuesta cultural que trae para América Latina. Retamar cierra su texto con la visión del Che, diciendo:

Es decir, el Che le propuso a la “universidad europea”, como hubiera dicho Martí, que cediera ante la “universidad americana”; le propuso a Ariel, con su propio ejemplo luminoso y aéreo si los ha habido, que pidiera a Caliban el privilegio de un puesto en su filas revueltas y gloriosas (RETAMAR, 2003: p. 97-98).




ESHU DE GATES

¿Cuál es la limitación de Ariel como una metáfora de interculturalidad? En La Tempestad de Shakespeare (2000), la alianza que hace con Próspero, el europeo que le roba a Ariel su isla, limita sus posibilidades de significación. En Ariel, el ensayo de Rodó (2004), su representación como el intelectual que sustituye la cultura latinoamericana por la civilización europea disminuye el alcance de su significado. Dándole la espalda a lo que es típico de la isla y de América Latina los dos Arieles caminan por una senda que los aleja de sus pueblos.
¿Cuál es la dificultad de Calibán como un símbolo de contacto intercultural? En el texto de Shakespeare (2000), la resistencia a Prospero pone al europeo y al hijo de Sycorax en lados opuestos. En Calibán, el estudio de Retamar (2003), su dibujo como el representante del pueblo latinoamericano rechaza la postura de Ariel y la reemplaza por la búsqueda de la civilización nativa del indio y del negro que viven en América Latina. Volcando sus energías hacia lo que hace la fuerza y el orgullo de la isla y de América Latina, los dos calibanes se alejan de la cultura de aquellos que no son de la isla y tampoco son latinoamericanos.
Las imperfecciones de Ariel y Calibán y sus respectivas propuestas interculturalidades, Eshu las puede sanar. Su dualidad le permite caminar por dos mundos diferentes y a veces hasta opuestos a los que Ariel y Calibán buscan. Con uno de sus pies en lo divino y el otro en lo humano, Eshu hace con que los dioses y los hombres hablen. En su ensayo Un Mito de las Origines: Esu-Elegbara y el Mono Significador, Gates (1988) lo ve como aquel que tiene las piernas de tamaños diferentes “porque mantiene una anclada en el mundo de los dioses y la otra la deja en este nuestro mundo humano” (GATES, 1988: p. 6). Su posición es estratégica y le permite ser un mensajero para dos mundos. Gates dice que Eshu es “aquel que interpreta la voluntad de los dioses y se la transmite a los hombres; aquel que lleva los deseos de los hombres a los dioses“ (GATES, 1988: p. 6).
La manera como Eshu hace con que los dioses y los hombres dialoguen lo caracteriza como la metáfora de la interculturalidad en la que la autonomía de los interlocutores es la condición para que ese diálogo se vuelva efectivo. Ni los dioses ni los humanos pierden sus características cuando se aproximan. Al contrario, adquieren otras. Diferente a Ariel y Calibán, Eshu no le da la espalda a ninguno de los envueltos en la conversación. El oprimido y el opresor que están presentes, pero en conflicto y apartados en las experiencias mediadas por Ariel y Calibán, no encuentran espacio en la mediación de Eshu. Mediados por él, los interlocutores de la conversación intercultural mantienen su autonomía e independencia, y desaparecen como opresor u oprimido.
En su origen, Eshu es la metáfora del encuentro entre el africano y el Nuevo Mundo. Cuando lo traen a las Américas el africano logra mantener rasgos de su cultura y, en la esclavitud, los hace dialogar con la cultura de los países dónde vive. Para Gates (1988) estos “son aspectos importantes de sus culturas, que ellos no olvidaron, sino que escogieron no olvidar, por actos de voluntad” (GATES, 1988: p.4). Gates cuenta cuales son:

Su música, sus mitos, sus estructuras institucionales expresivas, sus sistemas de orden metafísica, sus maneras de performance (…) La tradición popular negra representa una señal de dirección en la encrucijada creativa del contacto cultural, creando la diferencia que realiza el encuentro entre África y Afro-América (GATES, 1988: p. 4).

Como Eshu, la divinidad mensajera que viaja de los dioses a los hombres y de los hombres a los dioses, el africano también es un viajero. Como viajero, Gates enseña, el africano “lee el nuevo ambiente con su aparato de significación y creencia.” Para él la esclavitud ofrece dos aspectos: (1) une negras culturas africanas apartadas, porque “crea una dinámica de cambio y revisión entre muchas culturas clásicas de la tradicional África Occidental,” resultando en “una verdadera cultura Pan-Africana dibujada como un tejido colorido por líneas lingüísticas, institucionales, metafísicas y formales”; (2) y permite la construcción de una cultura Afro-Americana que, para Gates, resulta del encuentro con las culturas europeas. Él escribe que

Lo que sobrevivió de este fascinante proceso fue lo más útil y lo más revolucionario de los fragmentos a mano. La cultura Afro-Americana es una cultura Africana con una diferencia significada por los catalistas de las lenguas y culturas Inglesas, Holandesas, Francesas, Portuguesas y Españolas que informaron las exactas estructuras que cada cultura Pan-Africana particular asumió en el Nuevo Mundo (GATES, 1988: p. 4).

La discusión en la que Gates (1988) plantea a Eshu como un fenómeno intercultural trae otras cualidades que, por supuesto, le dan énfasis a la capacidad del dios como mediador. Él es aquel que protege la encrucijada y, por eso, tiene el poder para conectar los dos caminos delante de sí: la verdad al entendimiento, lo sagrado a lo profano, el texto a la interpretación, el sujeto al predicado. Por sus cualidades de mediar y de conectar aspectos de la vida que, cuando juntos, pueden llevar a otras formas de vida, Eshu representa la complejidad de la vida intercultural, sus opciones y mutabilidades. Gates enumera las cualidades de Eshu:

Un conjunto parcial de esas cualidades puede incluir individualidad, sátira, parodia, ironía, magia, indeterminación, apertura, ambigüedad, sexualidad, acaso, incertidumbre, ruptura y reconciliación, traición y lealtad, cerramiento y apertura, clausura y ruptura. Pero es un error seleccionar una sola de esas cualidades como la más importante. Exu tiene todas esas características y muchas otras más (GATES, 1988: p. 6).

Por su multiplicidad y dualidad interculturales Exu crea un discurso que tiene dos voces. Su doble voz lo hace un intérprete y un traductor de textos sagrados de Ifa. Cuando traduce, explica y libera el conocimiento de Ifa, Eshu puede confirmar o condenar el mensaje de los textos. Él también enseña como se pueden leer los textos.
En su venida al Nuevo Mundo, Exu ha sobrevivido en las aguas, flotando en ellas hasta que logró encontrar un rincón seguro para si. Para Gates la salvación de Eshu es un aspecto positivo de su capacidad de interpretación y traducción intercultural, especialmente aquella que los africanos tienen que realizar cuando ponen los pies por primera vez en suelo americano. Gates escribe:

Podemos entender este tipo de significación perpetua y caminante o flotante como un emblema del proceso de transmisión y traducción cultural que se repitió con extraordinaria frecuencia cuando las culturas africanas encontraron las culturas europeas del Nuevo Mundo y en el encuentro hicieron una nueva mezcla (GATES, 1988; p.20).

Además de su cualidad de intérprete y traductor que aproxima culturas diferentes y opuestas, Eshu también es aquel que danza, y en la danza está su más importante aspecto de interculturalidad: su capacidad de significar en el movimiento que genera, crea y traduce.
La significación intercultural que Eshu crea no es una significación denotativa, sino connotativa. Su connotación es siempre ambigua por que utiliza una lengua figurativa. Y por ser ambigua su significación permite que muchos elementos se incluyan en el significado. Y cuando se abre a muchos aspectos de la experiencia cultural, Eshu se hace la metáfora de las explicaciones inciertas y múltiplas.
La posición de Eshu en la encrucijada le permite ejercer la dualidad en muchos aspectos. Además de conectar la verdad al entendimiento, lo sagrado a lo profano, el texto a la interpretación, el sujeto al predicado, Exu también tiene la habilidad para mezclar lo femenino a lo masculino. A este respecto Gates hace una discusión que contribuye para la comprensión de la dualidad del dios. Él explica que “en ningún rincón la existencia de Eshu tiene un tercer principio – ni masculino ni femenino, ni eso ni aquello, pero los dos, una morfología compuesta” (GATES, 1988: p. 29). Gates encuentra en algunos estudios la explicación de que Exu carga las características de sus ancestros masculinos y femeninos y estas cualidades juntas le permiten al dios caminar con libertad entre los géneros.
La capacidad que Eshu presenta de mezclar aspectos diferentes – lo masculino con lo femenino, la luna con el sol, la noche con el día – le da a él la función de mediar e interpretar. El, entonces, es el interprete que “gobierna el significado porque determina nuestra comprensión del texto” (Gates, 1988: p. 25) sagrado o cultural. Gates explica que todo texto necesita una interpretación porque nunca tiene una significación fija, sino cambiable. Y sugiere que un texto

Presenta una relación dinámica e indeterminada entre la verdad de un lado y el entendimiento del otro (…) La relación entre la verdad y el entendimiento permite que saquemos el significado (…) La indeterminación funciona como una barra que separa el entendimiento de la verdad (…) Exu vive en la barra; en verdad, él, como la indeterminación, es la barra (…) Podemos decir que Exu es la indeterminación de la interpretación de la escrita, y su morada tradicional es la encrucijada, para el crítico, es la encrucijada entre el entendimiento y la verdad (GATES, 1988: p. 25).

En el campo de la cultura, la mediación e interpretación de Exu, como metáfora intercultural, necesita que el texto cultural sea variable y esté siempre en movimiento. Se trata, entonces, de un texto abierto, así como Eshu es una divinidad abierta que, por conocer todas las lenguas es capaz de hacerlo de muchas maneras. Para Gates (1988), carga en él mismo, entonces, el “sentido de la fluidez, de la incertidumbre, y de la indeterminación del destino de una persona” (GATES, 1988: p. 28). Gates sigue con la explicación de la capacidad interpretativa de Eshu, diciendo que “las muchas figuras de Eshu ofrecen referencias fascinantes y sin fin al rol que el crítico juega en la interpretación y a la naturaleza de la propia interpretación” (GATES, 1988: p. 29).
Otro aspecto importante en la figura de Eshu como mediador, traductor, intérprete, y crítico intercultural es su capacidad de representar el todo, pero un todo que no se cierra, sino que se abre. Se trata de un todo redondo cuyas dos caras al mismo tiempo se cubren y se muestran. Las dos caras están presentes en un proceso que permite que una no solo suceda a la otra, sino que también se transforme en la otra. Esta es una cualidad de Eshu que es muy importante para la noción de interculturalidad porque explica lo que hacen aquellos que viven en dos culturas. Una persona que camina en culturas diferentes sigue un proceso de simultaneidad interculturalidad. Viviendo en esta situación, Gates explica, “Eshu es la figura de la doble dualidad, de los opuestos, que viven en armonía” (GATES, 1988: p. 30).
En su dualidad, Eshu se vuelve un principio dialéctico que abre la posibilidad del tercer elemento. El tercer elemento es la síntesis entre dos elementos. Es decir, que el encuentro de la cultura de uno y la del otro, resulta en una tercera cultura. Para Gates (1988) “el tres representa síntesis (…) Eshu, en otras palabras, significa la síntesis del número tres” (GATES, 1988: p. 38), el elemento que resulta del encuentro de los dos primeros. Por eso, para Gates Eshu es siempre el suplemento, aquel elemento que amplia las posibilidades del encuentro de dos culturas. En la perspectiva de Gates, “en el proceso en el que el autor, el texto y la crítica interactúan, el tercer aspecto, lo que podemos ver claramente, es la crítica” (GATES, 1988: p. 38). Gates completa su idea diciendo que “la importancia de Eshu para la crítica puede entenderse con facilidad a través de la idea de proceso. Pues Eshu es el proceso dinámico, el elemento dialéctico del sistema” (GATES, 1988: p. 1988). Cuando, por ejemplo, la mujer y el hombre se unen – como es el caso de las figuras de bronce donde el hombre y la mujer están unidos por una cadena – lo hacen para generar un tercer elemento. Para Gates el tercer elemento “representa la superación de la oposición binaria, de la contradicción” (GATES, 1988: p. 38).
En el mito de “Los Dos Amigos” se le ve a Eshu como el significado de la incertidumbre y de la indeterminación. Es la historia de dos amigos que hacen votos de amistad eterna pero se van a trabajar a sus tierras sin llevar a Eshu en consideración. El Dios entonces decide hacer con que los dos amigos pasen por una prueba. Él se les aparece a ellos en su caballo, con su birrete de dos colores – negro al lado derecho, blanco al lado izquierdo – en la cabeza. Como cada uno de los amigos trabaja a un lado de las tierras, cada uno puede ver apenas un color del birrete. En el descanso para el almuerzo, los dos empiezan a hablar del hombre que había venido a visitarlos, pero no llegan a ningún acuerdo a respecto del color del birrete del visitante y, entonces, comienzan a pelear. Cuando los vecinos se acercan, atraídos por la confusión, los dos amigos explican la razón de la pelea. Entonces, Exu se acerca al grupo y los detiene. Cuando les pregunta a los dos el porqué del desentendimiento:
“Un hombre vino a nuestra hacienda, nos saludó y después se fue” le dijo al Dios uno de ellos. “Él usaba un birrete negro, pero mi amigo retrucó que el birrete era blanco y que yo debía estar cansado o ciego, o las dos cosas.”
Y como el otro amigo seguía insistiendo en que el birrete era blanco, Eshu decidió hablar, diciendo que los dos tenían razón. Y les muestra a los amigos su birrete, diciéndoles:
“Como pueden ver, uno de los lados es blanco y el otro es negro. Cada uno de ustedes solo vio uno de los lados y, por eso, los dos están ciertos a respecto de lo que cada uno vio.”
Exu entonces les habla de sus votos de amistad eterna y de cómo se habían olvidado de incluir a Eshu. Y los hace pensar, preguntándoles:
“¿Ustedes saben que aquél que no pone a Eshu en todos sus quehaceres es culpable cuando las cosas no salen bien?”
Gates (1988) explica el significado de la presencia de Eshu en el mito de los dos amigos:

El mito aclara la principal función de Exu que es la indeterminación de la interpretación. Ninguno de los dos amigos está correcto en la lectura que hace del birrete del visitante; pero ninguno, estrictamente hablando, se ha equivocado tampoco. Ellos están ciertos y equivocados, simultáneamente. El birrete de Exu no es negro y tampoco es blanco. Es negro y blanco (GATES, 1988: p.35).

Uno puede deducir que nunca podemos saber, con certidumbre cual es – o cual será – el significado de nuestros encuentros interculturales. Es una posibilidad sin fin, porque Eshu, dotado de “una infinitud de caras y nombres,” es la propia apertura en el campo de la significación. Así, como Gates (1988) sugiere, Eshu nos es muy útil porque “es tanto el lingüista divino, como el interprete divino, el principio que controla su representación e interpretación” (GATES, 1988: p. 35).
Como un mediador textual, o mejor como aquello que representa la mediación intercultural, Eshu mantiene su vitalidad. Gates (1988) resume la cualidad de mediación textual y cultural del dios, diciendo que “Eshu gobierna el entendimiento de la verdad, una relación que vuelve posible el significado del individuo: Eshu es el proceso de interpretación” (GATES , 1988, p. 39).
La idea de que cada persona posee su Eshu es muy importante para la discusión de la interculturalidad. Podemos entonces pensar que cuando dos personas se encuentran también sus Eshus se encuentran y pasan a actuar conjuntamente. Es así como Exu desarrolla su multiplicidad. Gates (1988) nos explica: “esta idea de multiplicidad es extraordinaria: no solo cada una de las deidades tienen un Eshu” (GATES, 1988, p. 36), pero también podemos atribuir esta característica a los humanos y aceptar la idea de que “alguien que no tenga un Eshu en su cuerpo no existe, ni puede saber que está vivo” (GATES, 1988: p. 37).
Así como hace el ser humano común, que busca a su Eshu por medio de los sacrificios que le ofrece al dios, el actor intercultural debe salir a la búsqueda de su Eshu. El dios puede ayudarlo a desarrollar su fuerza intercultural. Gates explica como se da la ayuda de Eshu:

Eshu, en otras palabras, representa poder en términos de actuación de la voluntad. Pero su poder más importante, del cual él mismo viene, es el poder de desarrollar pluralidad y multiplicidad; los mitos responsables por su capacidad de reproducirse suman la figura de lo infinito a la pluralidad de significados que Eshu representa en el proceso de divinización de Ifa [la escrita] (GATES, 1988, p.37).

La idea de que cada uno tiene su Eshu nos permite pensar en como personas diferentes, venidas de culturas diferentes, se pueden unir. Como lo ve Gates, es la pluralidad del dios que le permite lograr unir las partes. Para Gates “Eshu es la suma de las partes, y también el que junta esas partes“ (GATES, 1988, p. 37). Por ser el mensajero y el dios de la comunicación, Eshu junta “el pasado, el presente, y aquello que aún no ha nacido. Eshu representa estos estados, y hace posible su existencia simultanea” (GATES, 1988, p. 37), explica Gates.
Como un mediador textual, o mejor como aquello que representa la mediación intercultural, Eshu mantiene su vitalidad. Gates (1988) resume la cualidad de mediación textual y cultural del dios, diciendo que “Eshu gobierna el entendimiento de la verdad, una relación que hace posible el significado del individuo: Eshu es el proceso de interpretación” (GATES , 1988, p. 39). Él es la boca colectiva, aquella que puede hablar por los dioses y por los humanos, aquella que puede unir a los diferentes. Es la boca que habla por todos y con, todos en cuya habla no está la separación sino la unión, no vive la desunión, sino la comunión, no desarrolla la incomprensión sino la comprensión entre las cosas que son diferentes. Así, Eshu no es la eliminación de las diferencias textuales, discursivas y culturales, sino la posibilidad de que las diferencias puedan comunicarse entre ellas, sin miedo que una vaya a dominar a las demás.

REFERENCIAS

GATES, H.L. The Signifying Monkey: A Theory of African-American Literary Criticism.
Oxford: Oxford University Press, 1998.
RETAMAR, R. F. Caliban. In: Retamar, R. F. Todo Caliban. San Juan: Ediciones Callejón, 2003, p. 21- 98.
RODÓ, J. E. Ariel. Madrid: Ediciones Cátedra, 2004.
SHAKESPEARE, W. La Tempestad. Buenos Aires: Errepar-Longseller, 2000.

Nenhum comentário:

Postar um comentário